“No entiendo el arte en que el espectador tenga que especular sobre lo que quiere decir el artista”

[Por Carlos Molero]

Salvador Amaya (Madrid, 1970), hijo del escultor Marino Amaya, su fuente de inspiración, expresa en esta entrevista su desconcierto por los derroteros que viene tomando el llamado ‘mundo del arte’ en las últimas décadas, en las que se intenta imponer la idea de que no existen cánones. Dedicado a la escultura figurativa, recela completamente del arte abstracto.

Pregunta.- Comienzo tomando una cita de su propio blog: “Creo que la falta de criterio a la hora de valorar una obra de arte, viene condicionada por el desconocimiento más absoluto sobre el proceso de creación”. Me gustaría conocer precisamente esto último, ¿cómo es el proceso de creación? ¿Cómo se modela una escultura? ¿Aparte de “retirando del bloque de mármol todo lo que no es necesario”?

Respuesta.- Bueno, esa cita venía a propósito de mi disconformidad con el mundo del arte tal y como está establecido hoy en día. Nos encontramos en un tiempo en el que todo vale, no existen cánones en los que poder fijarte para establecer si una obra es artística o no. Da igual el resultado o si te provoca emociones. El artista se acaba volviendo cómodo y en lugar de buscar agradar al espectador, es el espectador el que tiene que adaptarse al artista. En mi caso no es así, procuro facilitar el dialogo entre la obra de arte y el observador, así que empleo mucho tiempo y esfuerzo. Trabajo con arcilla como se hace desde tiempos inmemoriales y los inicios son realmente complicados. Al principio te limitas a poner barro, siendo consciente del resultado que quieres, pero es una masa informe a la que poco a poco vas dando forma. Yo trabajo mucho con compases y plomadas, me preocupa mucho no desproporcionar o ver algo que no debería estar, así que suelo trabajar con modelos humanos y si es necesario con vestuario especial. Hay cosas que tienes que verlas, que no las puedes inventar. Una arruga mal colocada puede estropear una obra. Imagine que profundizo demasiado esa arruga y visualmente parece que se incrusta en una pierna. ¿Sabe dónde van a ir todas las miradas, verdad? Cuanto trabajas sobre la realidad, o haces una obra veraz o deséchala. Una vez que el barro está en su sitio es cuando empiezo a deleitarme con los detalles. Es la parte más gratificante de mi trabajo porque en ese momento es cuando empiezas a ver cómo avanza la obra y vas tocando diferentes partes. Por ejemplo, me pongo un rato con una oreja, otro rato con un brazo, otro con el pelo. Eso sí, el rostro lo dejo para los momentos en los que estoy especialmente inspirado. Imprimir el gesto no es algo mecánico, para eso sí que no hay cánones, es algo muy personal y de hecho suele ser lo último que termino, porque hasta que no quedo conforme con el rostro, no doy por terminada una escultura. En principio, mi trabajo terminaría en este punto porque cuando finalizas el barro, le sacas un molde para conservar la obra. A partir de ahí puedes reproducirla en mármol, piedra o bronce. Particularmente soy muy escrupuloso con los acabados, así que participo en todos los procesos, ya sea repasando las ceras o los bronces.

Pregunta.- ¿Es usted artista (preferiría decir trabajador) de inspiración o de tenacidad constante? Se lo pregunto porque tal vez la imagen idílica que los profanos tenemos de los artistas es la de un hombre que alterna la actividad frenética al amparo de la inspiración, con momentos de frustración o, por qué no decirlo, de pereza (que también ustedes son humanos). Y sin embargo, los artistas siempre hablan de lo mismo: trabajo, trabajo, trabajo, y constancia.

Respuesta.- (Ríe) ¿Cómo lo sabe? Verá, para mí la escultura es mi oficio, me dedico profesionalmente a ello, por lo que soy consciente que un trabajo hay que terminarlo y terminarlo bien. Cierto es que hay días que te apetece más y otros menos, pero siempre hay cosas que hacer. Los días en que no estoy especialmente inspirado me dedico a cosas más mecánicas, como una cota de malla, un bordado o unos botones. Pero sé es cierto que hay momentos en que te vienes arriba y aprovechas para modelar lo importante; o de repente, tienes un momento de lucidez y cambias totalmente algo porque visualizas un resultado alternativo. A medida que trabajas, la obra evoluciona. Nunca acaba igual que lo habías planteado. Es apasionante comprobar cómo la transformación de un boceto inicial a una escultura definitiva puede tener tantas variaciones. ¿Frustraciones? Muchas. Sobre todo en las épocas en las que no hay encargos. Así que es normal que sólo hablemos de trabajo. La vida de artista es muy inestable, cuando hay trabajo pones tus cinco sentidos en hacer la obra de tu vida; y cuando no hay trabajo, los pones en encontrar un nuevo proyecto. En mi caso, soy terriblemente obsesivo, lo cual es bueno y malo. Bueno porque tengo la mente en constante funcionamiento, y malo porque no sabes cómo parar la vorágine de ideas que te asaltan. Creo que como en cualquier trabajo creativo

Pregunta.- Echando un vistazo a su obra, observo el predominio absoluto de la figura humana, ¿no se plantea –o tal vez no ha llegado aún el encargola fundición de algo tan tradicional como es una figura ecuestre?

Respuesta.- Lo estoy deseando, pero efectivamente aún no ha llegado el encargo. Dirán los lectores que por qué no la hago por mi cuenta y riesgo, así que adelanto la explicación. La escultura es la disciplina artística más costosa, económicamente hablando; con lo cual, descartamos hacer algo monumental. Y ahora dirán los lectores que por que no la hago en pequeño formato y yo les digo: soy escultor monumentalista, no sé por qué, pero solo estoy cómodo trabajando en gran formato. He hecho algunas cosas pequeñas, pero no estoy muy conforme. Supongo que cada uno tiene una línea en la que se siente especialmente a gusto, y la mía es el monumento. Ni siquiera el tamaño natural. Siempre consideré que la estatuaria pública era la forma en que el arte se hace accesible a cualquier persona, no sólo a las élites que pueden adquirir una obra determinada. Todos, sin condición, podemos disfrutar y admirar una obra que está en la calle. Volviendo al tema de la ecuestre, le puedo decir que llevo tiempo pensando en un Hernán Cortés a caballo. Mientras llega ese momento, prometo ir estudiando la musculatura y movimientos del caballo para cuando llegue el día de hacer un Cortés espléndido y del que sentirnos orgullosos los compatriotas.

Pregunta.- Con qué personajes se siente más cómodo trabajando? ¿Personajes ilustres, militares, escritores…? En el mismo sentido, ¿cuál es su material preferido y por qué?

Respuesta.- Cualquier personaje histórico me gusta, forman parte de nuestro pasado y nos condicionan lo que somos en el presente. Todos son modelables y admirables en alguna faceta, pero sí que es cierto que tengo predilección por los temas militares. Mi familia materna tiene amplia tradición militar y quizá haya arraigado en mí ese sentimiento de honor. Las grandes hazañas y gestas me provocan emociones que no puedo describir. Me resulta fácil meterme en la piel de un personaje con cuyos valores me identifico; y cuando eso sucede, trabajas con orgullo y pasión. Es mi manera de rendirle honores, así que pongo el alma en lo que estoy haciendo. Siempre fundo la escultura en bronce, es el material más duradero y el que mejor aguanta las inclemencias del tiempo. No puedo imaginar la escultura de un héroe en piedra al que le han roto un brazo o cualquier otra parte del cuerpo, prefiero héroes eternos en materiales eternos..

«No comparto la visión abstracta de la realidad, es más, no la entiendo»

Pregunta.- Doy por hecho que no será nada fácil salir adelante con una actividad como la escultura, en la que entiendo que no llueven los encargos, ¿o sí?

Respuesta.- La verdad es que no. Hace años sí se notaba cierta alegría en el sector público, pero aquella época dorada se frenó en seco. Quizá hubo un abuso por parte de los Ayuntamientos. Se hizo mucho, muchísimo, se “adornaron” rotondas sin orden ni concierto y la cantidad ingente de obra pública instalada acabó perjudicando a los que llevamos toda la vida trabajando en esto. Hace tiempo que comprendí que tenía que cambiar el concepto. Antes, el cliente proponía y ahora soy yo el que hace las propuestas y busca la financiación. La verdad es que me gusta el rumbo que ha tomado mi carrera a raíz de comprobar que las iniciativas ciudadanas funcionan. Me encanta poder elegir yo el personaje, decidir lo que hago y posteriormente ilusionar a los implicados. Afortunadamente, hay muchas personas dispuestas a recuperar esa parte de la Historia de España que parece que hemos olvidado. Estoy más implicado que nunca en mi trabajo porque ya no sólo modelo una escultura determinada, ahora lo vivo como si fuera una parte de mí, más que eso, como si fuera un hijo, me involucro de principio a fin en el proceso. Desde buscar asesores históricos a patrocinadores, desde modelar hasta la instalación final.

Pregunta.- Y en cuanto a sus escultores más admirados? ¿a quién le gustaría emular? No le digo a quién envidia, porque es uno de los pecados capitales, y el más español de todos

Respuesta.- Voy a hacer patria y nombraré a los que me siempre me inspiraron: Benlliure, Marinas y Querol, no necesariamente por ese orden. Todos ellos tenían una capacidad creadora increíble, resolvían conceptos de forma magistral y lo mejor de todo es que, aun coincidiendo en el tiempo, hubo sana competencia entre ellos. Pero para ser justos, debo decir que quien me enseñó a caminar por el mundo de la escultura fue mi padre, Marino Amaya. De él me quedo con la capacidad de trabajo, era incansable. Cada día amanecía con ideas nuevas y era capaz de ejecutarlas rápidamente. Aunque mi estilo es diferente al de los grandes maestros, siempre recurro a ellos para ver cómo han interpretado ciertas cosas.

Pregunta.-¿Le atrae otro tipo de escultura, la no figurativa, por ejemplo?

Respuesta.- La verdad es que no. No comparto la visión abstracta de la realidad, es más, no la entiendo. Soy una persona clara y me gustan las cosas claras. Y si me dan licencia para embellecer esa realidad, mejor. En mi opinión, el arte no debe limitarse a plantear un concepto y que el espectador tenga que especular lo que quiere decir el artista. Me parece algo egoísta y vanidoso. Debemos ser los artistas los que hagamos accesible la comprensión de nuestra obra. Esto no significa que hagamos arte simple, todo lo contrario. La realidad está llena de matices y detalles con los que poder jugar y cada obra encierra una serie misterios y obsesiones personales. Personalmente, procuro imprimir parte de mi alma en cada escultura y la transparencia con la que voy por la vida se refleja en ellas. Hace años que me dijeron que el artista evoluciona, pero yo me veo igual, quizá con una técnica más perfeccionada, pero sigo imprimiendo el mismo carácter heroico y solemne. Me gusta lo que hago y de momento no tengo otras inquietudes

«Si algo es bueno, lo es siempre, no debería ser necesario que pasen 200 años para reconocer una obra de calidad»

Pregunta.-Usted, al igual que el pintor Augusto Ferrer- Dalmau, está fuera de los circuitos artísticos o, si lo prefiere, fuera del “establishment”. ¿Cuánto de impostura tiene el mundo del Arte? ¿hasta qué punto se valora hoy día la calidad artística de una obra por motivos ajenos al propio arte? ¿tal vez, al igual que el vino, hay que dejar que las obras de arte “cojan poso” para ser valoradas?

Respuesta.- Cierto, tanto Augusto como yo, no hemos querido entrar en esos círculos artísticos. Lo hemos comentado muchas veces. El mundo del arte, tal y como está establecido actualmente, no es para nosotros. Vivimos una época de relativismo absoluto, todo vale, cualquier ocurrencia es válida. Muy bien, pero yo no quiero entrar en ese círculo y creo que Augusto tampoco. Cuando te esfuerzas tanto en sacar adelante una obra de calidad, las corrientes artísticas actuales te parecen un insulto a tu trabajo. Y ahora hablo por mí y es que tengo algunas teorías al respecto. Los artistas figurativos que trabajamos a la antigua usanza, no tenemos una gran producción. Cada obra supone una inversión de tiempo importante, plantearla, documentarla, estudiarla y materializarla supone tener una producción muy limitada. ¿Por qué el mundo del arte va a esperar tanto tiempo a tener una obra de calidad cuando hay obras de rápida creación a las que dar salida? Al fin y al cabo es un mercado, y como cualquier mercado exige producción rápida y contraprestación inmediata. No quiero que nadie se lleve las manos a la cabeza por lo que pueda haber dicho, sólo pretendo que los lectores no tengan miedo a que les tachen de ignorantes si dicen que algo no les gusta. Si no comulgar con ciertas corrientes es de ignorantes, yo levanto la mano el primero. Respecto a que se valore a una obra cuando “coja poso”, mi opinión es clara. Si algo es bueno, lo es siempre, no debería ser necesario que pasen 200 años para reconocer una obra de calidad. Me parece de una estupidez extrema.

Pregunta.- Veo en su blog que con la figura del peregrino vivió una experiencia singular, ¿nos podría rememorar ese momento y qué significó para usted, que profesa la fe católica?

Respuesta.- El monumento al peregrino me vino en ese momento de la vida en que se te plantean las famosas dudas existenciales o quizá simplemente me dejé llevar por el carácter espiritual de la obra, no lo sé. Lo que sí puedo asegurar es que viví aquel trabajo con mucha intensidad. Soy católico porque soy coherente con mis raíces grecolatinas, pero soy una persona llena de errores que no puede considerarse practicante. Creo que depende la obra en la que esté trabajando, me transformo. De alguna manera todas me aportan algo y el peregrino, hasta la fecha, es la única que trata el tema espiritual. No creo que hubiera podido concluir la escultura de forma satisfactoria si hubiese estado disperso en cosas mundanas, y quizá fue ese mundo interior que despertó en mí, lo que hizo que estuviese más receptivo a percibir los pequeños milagros que se nos dan a diario.

Pregunta.- Se reconoce como un militar frustrado, o una persona de espíritu militar. ¿Con qué cualidades de la milicia se siente usted más a gusto?

Respuesta.- Me quedo con persona de espíritu militar. El honor, el valor, el amor por tu patria, el deber cumplido y la estrategia, son valores que procuro aplicar a mi vida como civil. Quizá por eso procuro imprimir esas cualidades cuando me enfrento a una escultura de corte militar, porque van implícitos en mi persona y me resulta fácil visualizar como quisiera el militar en cuestión verse representado. Valoro muchísimo y agradezco al mundo militar ser garantes de nuestra seguridad y nuestro modo de vida, así que cualquier encargo que me viene relacionado con héroes y grandes gestas, lo encaro con pasión. Estoy percibiendo un sentimiento cada vez más generalizado de ensalzar la grandeza de nuestra historia. Seguramente Augusto Ferrer-Dalmau tuvo mucho que ver a la hora de plasmar artísticamente esa realidad, fue pionero en retratar episodios que teníamos olvidados, y con su permiso, me gustaría recoger el guante y representar escultóricamente momentos y personajes históricos de los que sentirnos orgullosos. Aunando esfuerzos estoy seguro que conseguiremos devolver esa memoria perdida, a través de algo tan visual y estético como las Bellas Artes.

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