Entrevista a Albert Boadella

«España está en
una encrucijada de
desestructuración»

A Albert Boadella (Barcelona, 1943) se le conoce sobre todo por sus obras teatrales, pero la sorpresa es extraordinaria cuando, al charlar con él, se descubre a un auténtico catalán, a la vez que a un gran español, que tiene las ideas muy claras tanto en lo cultural como en lo histórico. Para él, que se define como «escéptico positivo», el nacionalismo es una ficción, un alejamiento de la realidad, movimiento que surge siempre que el Estado nacional no es fuerte. Respecto a los partidos políticos, considera que la izquierda es la abogada del nacionalismo y que la derecha está llena de complejos. Opina que en este momento el problema esencial de España, incluso el económico, está en el sistema autonómico. En fin, en tiempos de crisis, de recortes, de copagos y demás noticias poco estimulantes, dialogar con este hombre, en su sobrio despacho de director de los Teatros del Canal, en Madrid, es un auténtico lujo. Pregunta.- El protagonista de la obra Amadeu, sobre la vida del compositor Amadeo Vives, termina su obra diciendo que no hay nada más español que un catalán. ¿En qué basa tan provocadora afirmación? Históricamente esto es así, a partir de la Marca Hispánica, a partir de los cántabros, de la Reconquista. La participación de lo que era en aquel momento la gente que vivía en aquel rincón del Mediterráneo fue decisiva. Creo que desde el punto de vista personal, artístico, industrial, comercial… los catalanes han contribuido plenamente a la formación de España, no solamente en el sentido muchas veces positivo, sino como sucede con las mejores familias, a veces en el negativo. Nos hemos peleado mucho, y es en este sentido en el que los catalanes han colocado una huella muy importante en lo que es España.

 

“Soy un escéptico positivo”

 

P.- Representan ustedes también El Nacional con Els Joglars, obra en la que llaman la atención sobre la nueva cultura de grandes auditorios y teatros, pero obras vacías de contenido y de crítica. ¿Cree que vivimos un mundo falso, una ficción de libertad?

R.- Hay una paradoja extraordinaria. Sobre el papel, nunca habíamos tenido tanta libertad. La Constitución española es una Constitución libre, abierta, de las más libres de los países de nuestro entorno, pero los ciudadanos no ejercen esta libertad. En el fondo, no es que haya censura, pero sí una sensación de que no te puedes salir de la foto general. Y si te sales de ella, no te censurarán, no te meterán en la cárcel como en la época de la dictadura, pero tendrás problemas. Si a esto añadimos que nos hemos encontrado con una sociedad de bienestar, que en el fondo ha creado cantidades ingentes de niños mimados, pues la consecuencia es que no existe el espíritu luchador, el de enfrentarse a las dificultades que habíamos tenido otras generaciones. Ahora resulta que nos hemos vuelto más obedientes que nunca, teniendo las mayores posibilidades de no serlo tanto.

P.- Y usted que precisamente no ha sido tan obediente y que ha sido políticamente incorrecto, ¿qué precio ha tenido que pagar por ir a contracorriente, que es como van los valientes?

R.- El precio y las compensaciones, hay de todo. Si no hubieran sido mayores las compensaciones, quizás no hubiera pagado el precio. Las compensaciones son muy altas. Uno puede decir y hacer lo que piensa con toda tranquilidad y se encuentra, además, con gente con la que conecta. Es una minoría, sí, pero muy importante. El precio más concreto para mí ha sido el de Cataluña. Mi enfrentamiento con mi propia tribu ha tenido como consecuencia que he sido colocado como un traidor a la causa. No sólo por los políticos, sino por los propios medios de comunicación catalanes, que son muy responsables de lo que allí ha sucedido, porque son medios obedientes, pagados y financiados por el Poder. ¡Me río yo de los periódicos del Movimiento Nacional que había en la época de la Dictadura, al lado del conjunto de medios catalanes!

P.- ¿Es este ir contracorriente, esta lucha por la libertad, lo que inspira su creación teatral?

R.- Yo siempre me he encontrado que mi oficio ha tirado más de mí, más que mis propias ideas. Eso de que el hábito hace al monje, en mi caso, es exacto, porque yo no iba de monje. Iba, como la mayor parte de mis colegas de oficio, a exhibirme en escena. El exhibicionismo natural de los faranduleros, a la fama, al éxito, así era en mis inicios. Y ha sido la propia historia de mi oficio la que ha tirado de mí, esos Aristófanes, Plauto, Moliere, toda esa gente que tengo detrás, que han hecho ese contrapeso. Muchas veces he hecho cosas de las que he pensado: «¿Dios mío, por qué lo hago?, si vamos a tener problemas por todos lados». Pero es mi oficio el que me lleva a ello.

P.- Estima usted que en el teatro actual, está perdiendo vigencia la crítica, esa forma de espabilar conciencias.

R.- Yo creo que ocurre una cosa muy curiosa, y es que la gente, en una época en que podría tener la versión de los acontecimientos y las formas más auténticas, detesta la realidad. La gente quiere ficción, pero no la ficción teatral, que lleva a la realidad más profunda. Incluso en el propio teatro, la gente prefiere el musical, o determinadas comedias ligeras, que penetrar en otras cosas que les obligan a tener un cierto planteamiento sobre diversos aspectos de la vida que, a lo mejor, no les son cómodos. Yo entiendo que la ficción es una cosa muy agradable y muy cómoda en la vida; vivir de ficción es fantástico, porque nunca eres responsable de nada, siempre son los demás, pero claro, entonces caen palos y la gente no sabe de dónde le caen. Esa ficción es la que incluso lleva al nacionalismo. El propio nacionalismo es una ficción, es un alejamiento de la realidad.

P.- Es muy crítico con el nacionalismo y opina que la guerra contra él está definitivamente perdida, ¿no es optimista con algo que nos salve de esta debacle a la que nos lleva el nacionalismo?

R.- No, yo soy muy optimista en muchas cosas. Yo soy un escéptico positivo. Si no lo fuera, dejaría de hacer lo que hago. Creo que la vida tiene muchas posibilidades, hemos llegado en aspectos científicos y del conocimiento a cotas muy altas, se han conseguido cosas muy importantes en el último siglo, las propias mujeres tienen hoy en día un trato que era impensable hace 80 años, yo creo que la vida desde muchos puntos de vista tiene grandes mejoras. Hay pérdidas, y es lo que hay que vigilar, que se pierden cosas en el camino que pueden ser esenciales.

«Pintar militares hoy
día no deja de ser
una posición heroica»

«El mundo laico no ha
sido capaz de sustituir
los valores cristianos»

 

P.- ¿Y qué es ese algo esencial que se está perdiendo?

R.- Yo creo que se ha perdido básicamente una cierta moral. Una moral que, queramos o no, la tenemos en la tradición cristiana. No hay duda de que por decreto, de hoy para mañana, no se puede borrar la tradición cristiana, muy importante para tener una estructura social de contención de la barbarie o, digamos, de la jungla en la cual el hombre sin moral viviría. El mundo laico, por así decirlo, no ha sustituido estos valores del cristianismo. En España, se ha querido borrar toda esa tradición cristiana, pero sin sustituirla por algo, y creo que aquí es donde España está en una encrucijada de desestructuración. Hay pocos lugares de España que estén estructurados. Andalucía, por ejemplo, es un lugar que tiene una estructura social. ¿Por qué? Porque sus tradiciones, incluso las religiosas, son muy importantes. Y eso mantiene una cierta cohesión social. Creo que España está en esa encrucijada y por eso, nos da la sensación de que se desmorona un poco todo. Además de la crisis material, hay otra crisis fundamental que está en la desorientación sobre nosotros como individuos, es una especie de desmadre general. Yo conozco bien la sociedad francesa y esto no lo encuentro tanto en Francia, porque está más estructurada. La Revolución Francesa fue un desastre, pero creó un clima humanístico muy importante.

P.- ¿Cree que el radicalismo con que se abordan muchos temas del ser español puede fomentar el nacionalismo?

R.- Hay que pensar que el tema nacionalista, especialmente secesionista, siempre ha surgido en épocas de crisis del Estado nacional. En el momento en que el Estado Nacional no ha sido fuerte, surge el nacionalismo. Por ejemplo, en 1898 arranca en Cataluña lo que llamamos la Renaixensa, el renacimiento de toda la idea catalanista que había desaparecido, porque pasaron más de cien años en que los catalanes no hicieron ninguna reivindicación y estaban tan españolizados como el resto de los ciudadanos. Pero se vuelve a inventar la situación por la pérdida de las colonias, hay una crisis muy profunda, que se vuelve a vivir después de la dictadura de Primo de Rivera, y de nuevo después del Franquismo; es decir, siempre que hay una crisis fuerte del Estado español, el nacionalismo toma alas.

P.- ¿Está tomando ahora demasiadas alas el nacionalismo?

R.- Esas alas se las ha dado el propio Estado español. La izquierda en España ha hecho una cosa insólita y es que se ha convertido en la abogada del nacionalismo. Una idea que, teóricamente, es universalista, diríamos de romper con las barreras y fronteras entre los hombres –por lo menos así lo tienen en «La internacional»–, se ha vuelto medievalista, de volver otra vez a montar una Europa de lo que antes llamaban los malos usos feudales, del tribalismo. Yo creo que el nacionalismo ha encontrado alas, especialmente en la izquierda, y una vez se le han dado alas, a ver quién para eso.

P.- Pero es que a veces, también la derecha, por complejo, le ha dado esas alas…

R.- La derecha en España, desde la muerte de Franco, ha sido una constante de complejos. Para no querer parecerse al pasado ha actuado, no por propio convencimiento, sino por el «qué dirán» o por lo que pensarán de ellos. Y eso ha sido fatal, porque la derecha no ha defendido una posición nacional, de España como nación razonable, sin un centralismo exacerbado. Sin duda alguna, la derecha debería haber colocado unas líneas rojas, y no lo ha hecho. Por ejemplo, la derecha no está por una educación absolutamente igualitaria en toda España y esto es un fallo enorme.

P.- ¿Y cómo ve usted, desde Madrid, el panorama cultural de Cataluña, usted que es un hombre profundamente catalán?

R.- Cataluña pasó una fase muy brillante, entre los años 60 y 80, en la que Barcelona era una ciudad con unas tendencias mucho más abiertas, incluso en aquel momento, que Madrid, donde florecían determinados movimientos culturales, había una gran aceptación de todo, viniera de donde viniera. A partir del momento en que se inicia el gobierno nacionalista, eso va desapareciendo y hay un camino hacia el pensamiento único, hecho de una forma muy astuta. Si hubiera sido hecho en forma de dictadura, una dictadura acaba generando anticuerpos; pero no, allí se ha hecho con guante blanco, sin que nadie se diera cuenta, trabajando a través de la Educación, contaminando unas jóvenes generaciones hacia todo este ideario. Y entonces, claro, todo lo que no cuadra en esta especie de régimen catalán, es rápidamente rebotado. ¿Consecuencia? Que mucha gente se ha marchado de Cataluña, que en el fondo todos los que no están en la sopa boba general, pues son rebotados. En Cataluña, si no está en los principios fundamentales, el mundo de la Cultura se queda aislado, marginado. Por el contrario, Madrid no ha tenido ésto, ha tenido todo tipo de gente, nadie te pregunta dónde vas. E incluso desde el punto de vista político, no se busca un pensamiento único, sino que hay distintos frentes ideológicos, que permiten también muestras muy distintas.

P.- En el mismo plano que está usted, se encuentra Augusto Ferrer-Dalmau, que también va contra corriente. ¿Qué opina usted de su pintura?

R.- Si hoy vemos lo que está de moda, lo que en el fondo el poder ha promocionado, vemos que Augusto está en las antípodas. Se han ido colocando una serie de vocablos engañosos: la vanguardia, la modernidad, lo contemporáneo… Pueden ser términos publicitarios, pero que no se corresponden para nada con la realidad. Primero, vanguardia. Cuando alguien dice «yo hago arte de vanguardia », es de una ignorancia total, porque ¿cómo puede uno saber si es de vanguardia, si no tiene doscientos años de retroceso? Si no estás muerto, tu arte es contemporáneo. Ferrer-Dalmau hace arte contemporáneo, como lo hizo hasta ahora el señor Tapies, o cualquier otro pintor. Pero hay un enorme engaño, que proviene de finales de la Segunda Guerra Mundial. Se ha promocionado todo lo que rompe con lo que se podía entender como unos cánones naturales de la belleza: el «feísmo ». Lo único que se busca es la novedad compulsiva. Sólo hay que ir al museo Reina Sofía, las tres cuartas partes de lo que se ve son expresiones anteriores a Altamira, como si realmente el individuo y la pintura no hubieran evolucionado. Entonces, claro, cuando hay alguien que hace algo que no está en este camino, se convierte en revolucionario. Alguien que hoy pinta un paisaje tal cual lo ve, este hombre tiene una posición heroica. Y pintar militares pues no deja de ser una posición heroica.

P.- Ambos han tenido que dejar su tierra por las presiones nacionalistas. Para usted, ¿esto es motivo de tristeza, de amargura, de liberación?

R.- Desde un punto de vista frío, mental, cuando pienso que uno no puede pasearse tranquilamente por las ciudades o pueblos de allí sin que le llamen fascista, o traidor, o colaboracionista, pues tristeza, sí. Desde un punto de vista sentimental, me he sentido enormemente liberado y he tenido la gran felicidad de abandonar una mochila que me pesaba una barbaridad. Una mochila de sentimentalismos, de tonterías, de contradicciones, de esquizofrenias, eso de «soy más catalán que español», todas esas tonterías, las he dejado por el camino. Y la verdad, es que venir a Madrid, para mí ha sido formidable, me encuentro enormemente a gusto en esta ciudad. Sólo tengo un problema, que yo no soy un hombre de ciudad y necesito el campo. De cuando en cuando me voy a mi pueblo, en el Ampurdán, en contacto con una naturaleza bella y generosa. Yo he cortado de raíz, incluso los sentimientos con aquella región, y he tratado de cortar para no volverme paranoico, para no pensar que constantemente me están haciendo cosas negativas. He cortado, y ha sido para mi una de las grandes liberaciones de mi vida. He lamentado no haberlo hecho unos años antes.

Quiero resaltar también, que estoy muy a gusto aquí, con la paradoja de que la Comunidad de Madrid, pone a dirigir sus teatros a un catalán, de que hace muy poco tiempo el consejero de Cultura, que era Santiago Fisas, era catalán, de que la actual directora general de Museos y Bibliotecas de la Comunidad de Madrid, Isabel Rosell, es catalana, y eso en Cataluña es impensable. Solamente esta imagen ya demuestra el catetismo o la idea cosmopolita que tiene el nacionalismo catalán. Si pensara que el nacionalismo o el secesionismo catalán iban a aportar al conjunto de la tierra en la que nací, cosas muy positivas en lo cultural, en lo humanístico, en lo comercial… yo sería nacionalista. El mundo no funciona con el medievalismo que Cataluña intenta siempre imponernos.

 

“En el Arte, se ha promocionado
todo lo que ha roto con los
cánones de Belleza”

Entrevista a Francisco Marhuenda

EL PERIODISMO CIUDADANO PUEDE
AYUDAR A INFORMARNOS PERO NO
PUEDE SER UN SUSTITUTIVO

 

Francisco Marhuenda García (Barcelona, 1961) acaba de cumplir su cuarto año al frente del diario LA RAZON, a cuya dirección llegó procedente de la delegación de Cataluña. Periodista, abogado, profesor en la Universidad Rey Juan Carlos, lector impenitente, apasionado de la Historia, su currículum habla también de su paso por la Administración del Estado, como jefe de gabinete en los ministerios de Administraciones Públicas y de Educación y Cultura, y también como Director General de Relaciones con las Cortes, entre 1996 y 2001.

 

Pregunta.- Es usted un enamorado de la Historia y un coleccionista tenaz de libros de Historia. ¿Qué le impulsa a ello?

Respuesta.- Desde pequeño, lo fui viendo en casa, a mi padre le encantaba la historia, y a mí también. Disfruto tanto leyendo un libro de Historia de cualquier tipo: de una persona, una biografía, o de un país o de un hecho concreto. Cualquier libro de historia siempre aporta una enorme riqueza y es enormemente interesante. La Historia te ayuda siempre a entender el momento en el que vives. Cuando se habla de los conflictos en los países árabes, de la «Primavera árabe» por ejemplo, si no conoces la Historia es difícil entender por qué se ha llegado adonde se ha llegado. O ahora, con la sucesión hereditaria en Corea del Norte. Conocer la Historia te permite entender.

Pregunta.- ¿Alguna época en concreto le resulta más atractiva?

Respuesta.- Por mi dedicación académica, me centro más en los siglos XIX y XX españoles. Ahora la Constitución de 1812, aunque estuve leyendo hace poco un libro sobre el impacto de la peste negra en Europa en la Edad Media. Tengo un proyecto de investigación sobre los orígenes del Estado franquista con el catedrático Bruno Aguilera de la Universidad Rey Juan Carlos, y me acaban de conceder el premio de Historia del Carlismo de la Fundación Ignacio Larramendi, que es una distinción internacional sobre el Carlismo, por una publicación sobre el primer Estado carlista… La Historia me gusta toda, tal vez me interese menos la Prehistoria.

 

INCLUSO EN LOS MOMENTOS DE DECADENCIA,
ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES SON CAPACES DE
HACER COSAS IMPORTANTES

 

Pregunta.- ¿Cómo calificaría la Historia de España?

Respuesta.- España es un país con una de las historias más fascinantes, llena de grandes hechos, de decadencia, de miseria y de lo más excelso. Hemos sido un pueblo de extremos, capaces de lo extraordinario y de hundirnos en la miseria. La decadencia del Imperio español, por ejemplo, es muy interesante, un periodo muy atractivo, en el que las élites dirigentes son incapaces de mantenerse a la altura de las circunstancias, de mantener la fuerza del Imperio. Estaba leyendo un libro sobre la familia Marín de Poveda, y en él se ve cómo la gente se enriquecía mediante familiares obispos. O que se iban a las Américas y en lugar de trabajar al servicio del Imperio, lo hacían para enriquecerse. En eso somos algo distintos a las elites dirigentes británicas, que tenían un concepto de servicio más sólido que el nuestro. Es realmente difícil encontrar algún siglo de la historia de España que no sea atractivo, que no genere una fascinación en todos los sentido, pues incluso en los momentos de decadencia, España y los españoles son capaces de hacer cosas importantes. Y no olvidemos que la decadencia es un largo periodo, que concluye en el siglo XIX, cuando se pierden las últimas colonias.

Pregunta.- ¿Cree que hay buena difusión de la Historia en España?

Respuesta.- Hay una proliferación enorme de series televisivas de historia, que han cosechado éxitos, y tienen gran fuerza las novelas históricas de calidad. Arturo Pérez Reverte es un ejemplo de ello, una novela que te enseña historia. Eso es lo que ha cambiado, hace unos años, había novelas de baja calidad presuntamente de historia en las que los datos eran poco rigurosos. Ahora, por el contrario, nos encontramos con que los historiadores escriben novelas de historia, cosa que hace cuarenta o cincuenta años hubiera sido calificado de desastre horroroso. Incluso los historiadores ahora hacen un esfuerzo muy interesante por que se les entienda. Durante mucho tiempo, el historiador escribía de una forma que acaba siendo farragosa y difícil de seguir. Por otra parte, hay un montón de revistas divulgativas, como «Historia y Vida» o «La aventura del saber», o más singulares, como «Ares» o «Aportes», que demuestran, en mi opinión, que hay un gran interés por la Historia.

Pregunta.- Quizás se echa en falta la presencia de contenidos sobre Historia en la programación de las televisiones, aparte de las series de las que hablaba antes.

Respuesta.- Los historiadores en su conjunto, al margen de sus ideologías, deberían de hacer una reflexión al respecto, porque no se puede analizar la historia desde la mentalidad actual, y yo encuentro que muchas veces cuando se habla de la II República, de la Guerra Civil o del Franquismo, por ejemplo, se hace con el apasionamiento propio de un seguidor de un equipo de fútbol, y eso no puede ser. El historiador tiene que acercarse a los hechos nada más. Cuando en clase a veces explico lo que son los regímenes totalitarios, y hago la distinción entre los distintos tipos de dictadura, tengo que hacerlo de forma académica. Ya sabemos que todos eran unos asesinos, pero por ejemplo es muy difícil encontrar un rey en la historia de España que no haya cometido actos que, a nuestra mentalidad actual, nos parecerían inaceptables y perseguibles de oficio por un fiscal. O pensemos en Napoleón Bonaparte, que es uno de los grandes iconos de la historia de Francia, pero que en la mentalidad actual, pues sería un genocida, una persona que debería ser juzgada por el Tribunal Penal Internacional.

Pregunta.- ¿Cómo valora la aparición de una publicación como ésta, FD Magazine? Respuesta.- Me parece muy buena idea, un gran acierto porque la historia es parte de la Cultura, un elemento capital de la Cultura.

Respuesta.- Me parece muy buena idea, un gran acierto porque la historia es parte de la Cultura, un elemento capital de la Cultura.

Pregunta.- Citaba la revista «Ares», que se dedica a la historia militar. ¿Un apartado minoritario en el estudio de la Historia, no?

Respuesta.- En España hay muchos historiadores militares, hay aficionados y personas interesadas en lo militar, pero no goza del prestigio que tiene en otros países, como Francia, Estados Unidos o Inglaterra, por poner tres ejemplos muy importantes. La Historia militar en Estados Unidos se estudia, por supuesto, en academias militares y hay cátedras de Historia militar en las mejores universidades. Aquí parece que un historiador que se dedica a ello, tiene menos rigor que si escribe sobre los fueros de un pueblo desconocido de no se sabe dónde, o que escribe sobre las cartas por un virrey en no se qué país. Como que la Historia militar está destinada a ser algo atractivo para el gran público, y que por eso tiene menos prestigio. Es un error, la Historia militar es muy importante en un país que ha combatido en tantos frentes como España. Hay además una componente, quizás de tipo ideológico, de parecer que si tu escribes de historia militar, eres un militarista o un belicista, que te gusta la guerra.

 

CREO QUE LA PRENSA DE PAPEL ES
FUNDAMENTAL EN UNA SOCIEDAD
DEMOCRÁTICA LIBRE

 

Pregunta.- En ese sentido, ¿qué impresión le produce que un pintor como Augusto Ferrer- Dalmau retome la pintura de batallas?

Respuesta.- Diría, en primer lugar, que Augusto Ferrer-Dalmau es un extraordinario pintor de una enorme calidad, de una técnica excepcional, y que sus cuadros así lo reflejan. Un gran pintor, de cualquiera de las distintas corrientes, tiene que tener una capacidad de dibujo extraordinaria, y él la tiene, como la han tenido otros grandes pintores de la Historia. Pero él cubre algo que, en nuestro país, desafortunadamente había ido perdiendo importancia, que es la pintura referida a aspectos militares. De nuevo parece que si en el salón de tu casa o tu despacho tienes un cuadro de composición militar, eres un militarista. Augusto ayuda a que vuelva a estar valorado este tipo de pintura. Pregunta.- Es una apuesta arriesgada, con un mercado minoritario…

Respuesta.- Bueno, uno ha de hacer también lo que le gusta, es muy importante que si puedes vivir confortablemente, puedas hacer lo que realmente te gusta. Augusto Ferrer-Dalmau podría pintar perfectamente como Antonio López, que pinta hiperreralista, lo que pasa es que a Ferrer- Dalmau le gusta la historia y disfruta con sus cuadros.

Pregunta.- Las Artes han elevado a la categoría de sublime momentos de la Historia. ¿Y el Periodismo, que aporta a la Historia?

Respuesta.- El Periodismo es historia, es una fuente documental de primer orden, cualquier historiador del siglo XIX en adelante, no puede escribir Historia sin los periódicos, sería absurdo. Los periódicos son los que reflejan la realidad de lo que está sucediendo. Es verdad que es una fuente más, pero es una fuente importante y yo creo que cada vez más, porque cuanto más transparente se hace una sociedad, mejor reflejan los periódicos lo que está sucediendo. Ya es difícil que haya cosas importantes que no salgan en los periódicos en algún momento, a lo mejor no en el instante en que se produce el hecho, pero sí a lo largo del tiempo. Al igual que cuando encontramos en una excavación una piedra o unos restos de alimentos o unas vasijas, podemos obtener una radiografía de la época, pues lo mismo un periódico te da una radiografía de la realidad de una época.

Pregunta.- Lo cual exige del periodista rigor en su trabajo.

Respuesta.- Sin lugar a dudas, eso debería ser el ADN del Periodismo. Se ha evolucionado de unos periódicos de partidos políticos, de intereses empresariales ligados a la política del siglo XIX a la realidad actual, que son periódicos que deben perseguir, desde su línea ideológica, la veracidad, el esfuerzo y la búsqueda de una información que sea realmente veraz. Pregunta.- Siguiendo con el Periodismo, ¿tiene futuro la prensa impresa? Respuesta.- Creo que la prensa de papel es fundamental en una sociedad democrática libre. Pero no porque sea una frase que habitualmente se dice, de manual, sino porque creo que es muy relevante en la medida en que es la figura clave a la hora de organizar la información a lo largo del día. Los periódicos de papel ofrecen garantía y seguridad al lector. España tiene el problema de que hay un muy bajo índice de lectura en comparación con otros países de la OCDE, y eso es un factor negativo. No hemos educado a los jóvenes a aprender a leer los periódicos, el placer del periódico como instrumento para informarse bien.

Pregunta.- Pero sí es cierto que Internet es una competencia dura, ¿no?

Respuesta.- Internet es una especie de selva donde es muy difícil encontrar algo, la ventaja de un periódico es que te da la información ordenada. Cuando tu quieres informarte sobre algo, la ventaja es el periódico, pues te marca además el camino. Seguro que sobre lo que está ocurriendo en Egipto, Iraq o Siria, encuentras información en Internet. Pero, ¿cuál del millón de noticias que aparecen es la buena? Ese es el problema, ¿dónde tienes tú la seguridad de que esa noticia es veraz, o es fruto de una manipulación? Tenemos todo un mundo muy interesante, que es el mundo de la Red, el periodismo ciudadano, que puede ayudar; pero que no puede ser sustitutivo. No te puedes informar sólo por la Red, ya sea por Twitter, por Facebook o por los periódicos digitales. Necesitas la seguridad que te ofrece un periódico que te manda un enviado especial o que tiene un corresponsal en el lugar, que tiene unos analistas y que te dice qué es lo que realmente está sucediendo.

Pregunta.- ¿Es la crisis económica el mayor peligro ahora mismo para los periódicos?

Respuesta.- La crisis económica está haciendo mucho daño a la prensa escrita, es una realidad objetiva. La crisis hace que los periódicos sean un bien prescindible, la gente no va a dejar de pagar el colegio de los niños, o la Universidad o de poder desplazarse, y en cambio, sí pueden prescindir de comprar el periódico todos los días. Las dificultades de la prensa escrita no son algo de ahora, en los últimos 200 años siempre han aparecido y desaparecido periódicos por causas diversas, y se ha mantenido la prensa escrita. Además, han aparecido periódicos gratuitos, que algo de mercado quitan y la oferta informativa, de ocio y de entretenimiento es muy amplia, con lo cual la gente que antes dedicaba la mañana a pasear o a leer el periódico, ahora tiene más cosas que hacer.

Pregunta.- Quizás sea el momento de adaptarse a esa nueva realidad. ¿Cómo ve el periódico del futuro?

Respuesta.- Los periódicos venderán menos, pero serán un producto para una elite cultural. El periódico se va a convertir en un elemento de orgullo, de satisfacción de la elite cultural, habrá gente que leerá periódicos igual que lee libros o acude al teatro. Y hablo de élite en el sentido de aquellas personas que tienen interés por lo que ocurre en el mundo. Hay gente a la que no le interesa nada lo que ocurre en el mundo, y gente que le interesa saber, aunque sólo sea por curiosidad intelectual. La gente que se quiera quedar sólo con la noticia, que le interese sólo la información epidérmica tiene la televisión o la radio, quien quiera saber qué significa esa noticia, su contexto, las razones… tendrá que verlo en un periódico.

Entrevista a Jorge Fernández Díaz

Cuenta Jorge Fernández Díaz (Valladolid, 1950) que ya de pequeño, se conocía de memoria los nombres de los ministros que formaban el Gobierno, sin imaginar siquiera que un día, el suyo formaría parte de la «alineación». Ministro del Interior desde el pasado diciembre, este vallisoletano, hijo de militar, conoce con detalle todo el difuso entramado de eso que se llama «Estado», pues, no en vano, tiene una dilatada carrera al servicio de los ciudadanos, desde que en 1979 fuese nombrado Delegado del Ministerio de Trabajo en Barcelona. Gobernador civil, concejal, diputado autonómico, diputado nacional, secretario de Estado, vicepresidente del Congreso. Ahora, al frente de uno de los ministerios con mayor responsabilidad del Gobierno, lucha por reducir aún más los bajos índices de delincuencia en España y afronta la no menos complicada tarea de acabar para siempre con la banda terrorista ETA. Fuerte de convicciones morales, optimista, apasionado, el ministro del Interior apela al compromiso y al esfuerzo colectivo de los españoles para superar los momentos de crisis. En su memoria, siempre, el ejemplo de los jinetes del Regimiento Alcántara, que en 1921 supieron sacrificarse en Annual en beneficio del resto del Ejército de África.

Pregunta.- A lo largo de su ya larga trayectoria política ha ocupado muchos cargos en diferentes instituciones del Estado ¿Que representa para usted hoy ser Ministro del Interior del Reino de España?

Respuesta.- Efectivamente, en mi caso el interés por la política fue muy temprano. Por ejemplo, le puedo contar que, al igual que en el colegio nos sabíamos las alineaciones de los principales equipos de futbol, yo también me sabía las «alineaciones » de los Gobiernos de la época: poco podía yo imaginarme entonces que mi nombre figuraría en una de esas listas. Está claro que tener el honor de ser Ministro del Interior de España es una gran responsabilidad que, a la vez, está llena de satisfacciones pues, no en vano, es el Ministerio responsable de garantizar los derechos de todos los ciudadanos, su libertad y su seguridad.

P.- ¿Considera España un país seguro?

R.- Rotundamente sí. Las estadísticas de criminalidad que recientemente presentamos en el Congreso, y que sitúan la tasa de criminalidad en España muy por debajo de la media europea, así lo atestiguan. Nuestra Policía y nuestra Guardia Civil cuentan con experiencia, medios y excelentes profesionales que trabajan día a día por garantizar la seguridad de todos. Sin embargo, no podemos ni debemos bajar la guardia. Nos enfrentamos a amenazas muy diversas y cambiantes, que van a seguir exigiendo el máximo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

P.- Es recurrente el debate sobre la unificación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. ¿Por qué es usted defensor de la existencia de ambos? ¿Qué características destacaría de la Guardia Civil y del Cuerpo Nacional de Policía en la España del siglo XXI?

R.- La existencia de ambos Cuerpos se fundamente en una amplísima lista de razones. Esencialmente, se trata de dos Cuerpos con diferentes e importantes singularidades, cuyo funcionamiento complementario en sus respectivos ámbitos y demarcaciones consigue optimizar al máximo las capacidades y resultados de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. En cuanto a las características de ambos en el siglo XXI, me gustaría destacar el uso de la más puntera tecnología para responder a las nuevas amenazas, así como su capacidad de cooperación y colaboración, no sólo con otros cuerpos de países amigos, sino, sobre todo, con entes internacionales como Interpol o Europol, en los que España es un país activo y respetado.

P.- Se que es una pregunta difícil pero…¿Veremos pronto la desaparición de la banda terrorista ETA?

R.- Todos deseamos que esta noticia llegue lo antes posible. Sin embargo, no podemos olvidar que ETA no ha dejado de matar por convicción, ni mucho menos por respeto a las instituciones democráticas. Lo ha hecho por agotamiento y como consecuencia de la acción del Estado de Derecho. Trabajamos para verificar que este cambio estratégico, al que se ha visto forzada la banda, es totalmente irreversible. En efecto, las dudas terminarían si, como llevo pidiendo desde mi primer día al frente del Ministerio del Interior, ETA anuncia su disolución incondicional y procede a entregar las armas.

P.- ¿Puede valorar la evolución de la sociedad española en los últimos 30 años? En qué considera usted que estamos mejor y en qué, peor.

R.- La sociedad española ha cambiado muchísimo a lo largo de estos últimos 30 años. Y aunque es cierto que parte importante de nuestra evolución ha seguido el paso marcado internacionalmente por la fuerza de la Globalización, también lo es que en España estos cambios han adquirido ciertos rasgos propios. De hecho, creo que esa apertura al exterior de la sociedad española es uno de los grandes éxitos de estos últimos 30 años. En el plano negativo, me temo que a lo largo de estos años, la sociedad española se ha dejado por el camino ciertos elementos de su personalidad que necesitamos recuperar. Me refiero fundamentalmente a los valores del esfuerzo y el compromiso colectivos. En ocasiones, uno tiene la sensación de que los pocos esfuerzos que observamos hoy día son siempre individuales, y de que se ha perdido el espíritu constructivo (y colectivo) de hace 30 años. Precisamente, en un momento de crisis como el actual es cuando hay que recuperarlo, y en este sentido, soy optimista al respecto.

«ETA HA DEJADO DE MATAR POR LA ACCIÓN DEL

ESTADO DE DERECHO, NO POR CONVENCIMIENTO»

 

P.- Es usted una persona de acendrados valores (familia, cultura, religión…) ¿Considera que están en decadencia? ¿Piensa usted que si fuera verdad que estos valores retroceden en el mundo actual, afectaría de alguna manera al futuro de España y de Europa?

R.- Creo que los valores que usted menciona conviven con una dualidad un tanto paradójica. Por un lado, existe una importante corriente mediática, tanto pública como privada, que hace gala de esa decadencia. Sin embargo, por el otro nos encontramos con que la familia ha sido una institución absolutamente clave para ayudar a superar las terribles estrecheces que ha traído consigo la crisis económica, y que muchísimos españoles, como comprobamos durante la visita de Su Santidad el Papa Benedicto XVI el pasado verano, construyen sus vidas desde una visión transcendente de la misma. Por eso, creo que no es serio hablar de decadencia. La sociedad española y europea seguirán evolucionando tal y como siempre han hecho. Estoy convencido, de que seguirán haciéndolo de la mano de una serie de valores que están intrínsecamente ligados a nuestra sociedad desde hace siglos y que, lógicamente, se adaptarán como se han ido adaptando hasta hoy. No puede ser de otra manera, puesto que forman parte de nuestro inconsciente colectivo.

P.- Normalmente los gobiernos tienen marcada una política, pero en una situación como la actual, ¿nos podemos encontrar con que sean los acontecimientos los que marquen la política de un gobierno?

R.- Sí pero no. Me explico: sí, porque a nadie se le escapa que a lo largo de una legislatura pueden ocurrir imprevistos que acaban marcando la agenda política tanto a nivel nacional como internacional (11-S, primavera árabe, etc.), pero no, porque lógicamente la acción de un Gobierno responsable no se basa en la reacción, sino en una previsión cada vez mejor definida, sobre la que alcanzar sus objetivos políticos. Bien distinto es que nos encontremos con Gobiernos irresponsables, que desafortunadamente, también los ha habido.

P.- ¿Que opinión le merece la iniciativa de la revista histórico cultural «F.D. Magazine»?

R.- Me parece una iniciativa excelente. La divulgación de nuestra cultura y nuestra historia es siempre una buena noticia de la que todos podemos sacar provecho.

P.- A menudo se afirma que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla. ¿Considera usted que los españoles conocen realmente su historia?

R.- Considero que, lamentablemente, dependiendo del sistema escolar de turno, hay muchos españoles que no conocen suficientemente su historia. Estoy convencido de que para un ciudadano francés, británico o estadounidense, no es concebible que se enseñe una historia diferente de su país, según la ciudad o región en la que residas. En todo caso, soy optimista respecto al grado de interés que despierta la historia de España en nuestra sociedad. No hay más que ver el éxito que suscitan novelas, películas y hasta series de televisión que recrean nuestros principales episodios históricos.

P.- Siempre hay algún hecho histórico que nos ha marcado en nuestra juventud y que nos ha llamado más la atención que otros ¿Podría indicarnos alguno en la historia de nuestro país, que le haya marcado más o que le parezca más determinante?

R.- No tanto porque haya sido determinante para mí personalmente, sino por el carácter extraordinariamente heroico de la hazaña militar y lo lamentablemente desconocida que es para el gran público, quisiera recordar aquí la actuación del Regimiento Alcántara del Arma de Caballería de, durante la retirada de las tropas españolas en Annual. El 23 de julio de 1921 este Regimiento ha sido ya diezmado protegiendo la retirada de nuestras tropas: hombres y caballos están exhaustos. Al llegar al Río Igan el Regimiento sólo cuenta con 192 jinetes. A partir de ese momento, para seguir protegiendo a las tropas que se retiraban, realizan cuatro cargas seguidas contra los rifeños de Abd-El-Krim –que están apostados a lo largo de la margen del río–, cruzando el cauce seco y reagrupándose cuatro veces: la tercera carga la hacen al trote y la cuarta con jinetes a pie y los montados al paso. Tras alcanzar el objetivo solo quedan 67 hombres y 25 caballos. La heroicidad de esta hazaña es reconocida por los ejércitos de todo el mundo e, incluso, a mí personalmente, militares ingleses me la han reconocido como la carga del Arma de Caballería más heroica de toda la historia militar.

P.- ¿Como valora la implicación del pintor de batallas Augusto Ferrer-Dalmau en la percepción actual de la historia de España?

R.- En mi modesta opinión creo que siempre, incluso en lo más ordinario y cotidiano, podemos encontrar una dimensión «épica» de la vida y no digamos ya si se trata de momentos estelares de nuestra historia, como los que recoge Augusto Ferrer- Dalmau con tanta precisión. Creo que esa visión épica, que este artista plasma tan bien, es muy necesaria en estos momentos, tanto por nuestro pasado como por los difíciles retos que nos plantea el futuro.

 

«LA FAMILIA ES UNA INSTITUCIÓN CLAVE PARA

SUPERAR LAS ESTRECHECES DE LA ACTUAL CRISIS»

 

P.- Díganos, por favor, cuáles serían las recomendaciones de un político con su experiencia para una regeneración real y efectiva del concepto de España en una situación como la actual.

R.- En una situación tan dura como la actual, creo que el concepto de España debe resurgir precisamente del conocimiento de nuestra historia, de la difusión de nuestros éxitos colectivos. El bicentenario de la Constitución de Cádiz es un gran ejemplo de ello. Un gran ejemplo de cómo los españoles fuimos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos en un momento de crisis nacional. La lista de logros comunes es inmensa. Creo que el espíritu de entendimiento previo a 1978 es también otra de esas muestras de triunfo en la unidad. Obviamente, regenerar el concepto de España implica conocer su historia y, sobre todo, estudiarla desde una perspectiva común, no convirtiendo el elemento diferenciador de turno en el centro de la materia. De hecho, creo sinceramente que la pluralidad española es uno de los activos que mejor definen nuestra personalidad común, la cual, en sí misma, es integradora, y no excluyente como algunos quieren vendernos cada día.

P.- Para terminar, Sr. Ministro, el último proyecto en el que está implicado el Sr. Ferrer-Dalmau versa sobre la Guardia Civil ¿Cual cree usted que es la percepción de la sociedad española sobre este Cuerpo Armado?

R.- Estoy convencido de que la Guardia Civil es una de las Instituciones más queridas por todos los españoles. Un cariño que se ha ido construyendo y consolidando con el paso de décadas labor constante y altamente profesional de sus miembros, pero sobre todo, gracias a la entrega, sacrificio y honor que siempre ha representado el Benemérito Instituto, y que se ha transmitido de padres a hijos. La sociedad española valora este esfuerzo y la Guardia Civil trabaja cada día para hacerse acreedora de este cariño.

 

«CREO QUE INCLUSO EN LO MÁS ORDINARIO Y COTIDIANO,

PODEMOS ENCONTRAR UNA DIMENSIÓN ÉPICA DE LA VIDA»