Cuatro barcos enfrentados en una misma escena, cuatro naves enzarzadas en la batalla y un solo viento que los mueve a todos, tremola entre las velas y los pendones, mece astillas y cuerpos perdidos en el fragor silencioso de un mar tranquilo. Viento que barre el humo de cañones y fusilería, que alienta en el pecho de los supervivientes… Ese es el secreto que podemos contemplar en el Museo Naval de Madrid, en “El último combate del Glorioso”, una de las obras maestras de Augusto Ferrer-Dalmau. Ese lienzo espectacular resume toda su experiencia en la pintura marítima, la meticulosidad de su trabajo, el viaje que la pintura supone para él, una invitación a quien contempla la escena para trasladarse a ese momento único, épico de nuestro pasado.