Reconocimiento, seguridad, contacto. En el mundo aséptico, monocolor y homogéneo de hoy día, así es como se definen las misiones que tiene encomendadas la especialidad Caballería, el Arma de Caballería. Sin embargo, tras la monotonía de uniformes semejantes, de vehículos semejantes, de distintivos semejantes, la especialidad, el Arma, arrastra tras de sí un aura de resolución, de nobleza, de distinción que hunde sus raíces en la noche de los tiempos. Un espíritu peculiar que trasciende lo militar y que, a menudo de manera casi imperceptible, se nos aparece en nuestra vida cotidiana (quien no habrá dicho eso de «ahí llega la caballería» cuando aparece la solución a una situación a punto de escapársenos de las manos), o en representaciones artísticas como la pintura, la literatura o el cine.

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